Desde el lamentable
atentado terrorista en Estados Unidos, el mundo financiero contuvo la respiración
a la espera de la reapertura de las principales plazas bursátiles
estadounidenses. La Reserva Federal y el Banco Central Europeo, temiéndose
un ataque de pánico, rebajaron los tipos de interés. En EEUU
se situaron así en el nivel más bajo (3%) desde la recesión
motivada por la guerra del Golfo. No sirvió de mucho. Durante toda
la semana se produjeron caídas sucesivas; el Dow Jones perdió
un 15% (el mayor descenso semanal desde 1.933) y el Nasdaq se dejó
un 17% (la mayor perdida semanal de toda su historia). Las caídas
de los principales índices mundiales, que ya arrastraban fuertes
perdidas de la semana anterior, también fueron significativas y
variaron entre el 8% del DAX alemán y el 4,53% del índice
NIKKEI. Los expertos se muestran convencidos de la inutilidad de hacer
cualquier predicción sobre el alcance o la duración de la
desaceleración.
Como afirmó en Madrid
James Buchanan, premio Nobel de economía, hoy cualquier pronostico
es especulación. Coincidiendo en algo que tampoco se cansa de repetir
Alan Greenspan, presidente de la FED: el horizonte a largo plazo no debiera
verse afectado por el atentado en EEUU. Los gobiernos tienen hoy capacidad
de maniobra y voluntad suficiente para tomar medidas de política
fiscal y monetaria que suavicen o reviertan la tendencia bajista. Su actuación
(bajadas de tipo de interés, relajación de las restricciones
a la compra de autocartera, ayudas a sectores como el de la aviación,
inyecciones de liquidez en el mercado, etc.) así parece indicarlo.
La relativa estabilización del precio del crudo (empujado a la baja
por el descenso de la demanda y la crisis del sector aéreo) aleja
de momento los peligros inflacionistas y abre el campo a nuevas bajadas
de tipos de interés, siempre y cuando la respuesta militar de Estados
Unidos no contribuya a aumentar la inestabilidad política y económica.
Difícil papeleta la del presidente Bush.
Víctor Martínez
Galán.
Delegado en la C.V. de
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