Número 112 - 2ª Quincena Enero 1997.

Cambios y Tendencias de Futuro

En el siglo XVIII, conocido por tal motivo como el "Siglo de las Luces", se produce un cambio radical en la forma de entender el papel del hombre con respecto al mundo social y natural. Cambio que sin lugar a dudas permite el "alumbramiento" de un progreso en ese conjunto de la humanidad llamada comúnmente occidental -evidentemente, cuando se utiliza esta expresión más que a un criterio geográfico se hace referencia a un determinado modelo de producción de mercancías y servicios- de más de dos siglos.

También es verdad que a pesar de este progreso, este período pasará a la historia como uno de los más crueles soportados por la humanidad, dado que no sólo se han producido dos guerras a escala planetaria sino que no ha habido día en que no hayamos tenido -y seguimos haciéndolo- que lamentar el comienzo de alguna nueva guerra. La crueldad de este período, además, no solo habría que medirla por la cantidad de víctimas producidas, sino sobre todo por la capacidad que el hombre ha demostrado en desarrollar y aplicar técnicas sofisticadas de exterminio -calidad- dificilmente superables en el futuro -aunque más vale no levantar campanas al vuelo-.

También en este tiempo, se han visto truncadas las esperanzas de liberación colectivas más importantes que se han intentado, y en algo tan concreto como es el de la relación hombre-naturaleza, este progreso nos ha salido un tanto caro.

Sin embargo, no podemos olvidar, por ejemplo, que en el aspecto medioambiental, es decir, las consecuencias de la actuación que la actividad socio-económica del hombre tiene sobre la naturaleza, antes de que los avances tecnológicos producidos por la revolución industrial, posibilitasen la utilización de los recursos naturales fósiles y no renovables, carbón, petróleo, o gas natural, la principal fuente de energía era la leña y que países como Inglaterra, dada la necesidad energética que tenían, vieron casi reducida a la mínima xpresión la extensión de sus bosques, o que España bien para abastecer la industria naviera o bien para extender el cultivo de determinada agricultura extensiva, sufrió igualmente una importantísima disminución de la masa boscosa. La pregunta es ¿qué hubiera pasado si la tecnología no hubiera permitido sustituir a la leña como la principal fuente de energía?. Posiblemente en las sociedades desarrolladas no estaríamos planteándonos políticas medioambientales, resultado en gran parte de los cambios que el progreso -crecimiento económico más desarrollo cultural- ha producido en la escala individual de valores, e incluso la palabra desarrollo, por lo menos conforme lo entendemos actualmente, no tendría sentido alguno.

Pero parece que en el final de este siglo, y un tanto en contraposición con lo que antes llamábamos "luces", podemos estar entrando en un "período de sombras". Parafraseando a Keynes, se podría decir que los cambios sociales que se están produciendo son de tal magnitud que "nuestra imaginación está más bien embotada que estimulada".

En este sentido, y a mi entender, los acontecimientos socio-económicos más significativos que se están dando -en algunos aspectos más que cambios son tendencias que tarde o temprano producirán nuevos cambios-, y que ineludiblemente condicionarán nuestro futuro, de forma un tanto escueta y sin que la orden de la relación suponga dar mayor importancia a uno que a otro, podrían ser los siguientes:

Este "descontrol" del capital financiero, implicará necesariamente, que tarde o temprano, la organización democrática de la sociedad deberá cambiar en el sentido de que poder tan importante, sin lugar a dudas son los "nuevos amos del mundo", pueda permanecer fuera del control democrático de la ciudadanía.

Por otra parte, aunque cada día más se hable en términos de "aldea global", consecuencia de la mundialización de las redes de información y de los mercados, sin embargo desde el punto de vista político se está asistiendo a una regionalización y sobre todo a un resurgimiento de determinados sentimientos nacionalistas que parecían haber desaparecido. Es decir, podemos contemplar como parte de Europa, a trancas y barrancas, avanza hacia una unidad económica con las vistas puestas en una unidad política que pueda hacer frente a otras regiones económicamente poderosas, EEUU-Canadá-Méjico o Sudeste Asiático, también podemos, no sin amargura, contemplar como se están produciendo, consecuencia de la exacerbación sin límites de los sentimientos nacionalistas, graves conflictos políticos, como la guerra en la antigua Yugoslavia.

Posiblemente la crisis económica, o mejor la falta de perspectivas de mejora en el futuro que en amplias capas de la población se dan, obligue a que se vuelvan a desenterrar los viejos mitos que sustentan el nacionalismo.

En definitiva, -y siguiendo con Keynes- todo lo anterior, posiblemente, nos esté señalando que "acaso estamos en vísperas de cambios profundos en su estructura social e industrial. Algunos de nosotros tal vez se feliciten ante tal porvenir, otros lo deplorarán" pero que estamos ante fenómenos tan complejos que "los pronósticos no pueden señalar nunca un solo camino" pues podemos "incurrir en el error de esperar consecuencias demasiado rápidas e inevitables de causas que no son todas las aplicables al problema". Tarea nuestra debe ser esforzarnos por "volver a dirigir, en cuanto dependa de nuestro poder, las tendencias económicas fundamentales que presiden los acontecimientos del momento para que promuevan el resurgimiento de la prosperidad y el restablecimiento del orden, en lugar de sumirnos más profundamente en la desgracia".

Tal vez si por lo menos los economistas realizamos este esfuerzo, no ocurra, como piensa Galbraith, que el siglo que viene se olvide, porque así nos lo habremos cultivado, de las voces de la economía.

Vicente J. Gisbert
Miembro del COEV

[ Índice ]