Número 134 -1ª Quincena Febrero 1998.  
RAMON TAMAMES: "YO CALCULO QUE SOBRAN UN MILLON DE 
FUNCIONARIOS Y OTRO MILLON DE PENSIONISTAS"

 
 El popular economista cree posible alcanzar los objetivos de inflación y déficit sin aumentar los impuestos


En una de sus últimas visitas a Valencia, Ramón Tamames, recientemente galardonado con el Premio Rey Jaume I de Economía por su aportación.... fue entrevistado por ECONOMISTES  contestando, fiel a su estilo didáctico, con una gran claridad y sin tapujos, a las preguntas que se le formularon. Al margen de las reformas laboral y del sector Público, que cree necesarias, el profesor considera ventajoso para las pymes españolas la incorporación del euro, y califica de  adecuado el ritmo de integración que se está siguiendo, mostrando también su semblante más humanístico cuando propugna "un mejor conocimiento del cuerpo humano, en lugar de atiborrarse de medicamentos", o el "cambiar el chip a mucha gente", refiriéndose a quienes consideran el trabajo como una maldición bíblica y no la realización del ser humano.

ECONOMISTES.¿Qué instrumentos de política económica podrían aplicarse en el futuro para no perder competitividad sin tener que recurrir a devaluaciones como en otras épocas?.

TAMAMES. Es bastante claro que necesitamos una nueva reforma laboral. Los empresarios se quejan, y creo que con razón, de que los 33 días de indemnización por el despido objetivo son excesivos y, por tanto, me parece positiva la propuesta del presidente de la patronal catalana de pasar a 20 días. Además, para incentivar la vuelta al trabajo de los parados hay que plantearse la conveniencia de reformar también las prestaciones porque son excesivas en el tiempo: cuatro años desincentivan la vuelta al trabajo, y ello junto a las facilidades para jubilaciones anticipadas a partir de los 50 crea unas condiciones muy poco competitivas para la empresa española.

EC. En esa misma línea, usted ha comentado la necesidad de acometer también reformas en la Administración y en el sistema fiscal.

R.T.Yo insisto, especialmente, en la reforma de la Administración porque ahí es donde tenemos el déficit estructural con el exceso de funcionarios. La reforma laboral del sector público es necesaria y también la fiscal. El año pasado aumentó en 50.000 personas la nómina de funcionarios, que sobre 2’2 millones es más de un 2% y eso es un disparate porque yo calculo que sobran un millón de funcionarios y otro millón de pensionistas siempre, por supuesto, mediante la persuasión y de forma gradual, logrando la desaparición del déficit público con 3 billones menos por el capítulo de funcionarios y 1’5 billones por los pensionistas, por supuesto creando empleo alternativo para los funcionarios que salgan del sector público y los pensionistas que deseen seguir trabajando. En materia fiscal, la lucha contra el fraude pasa por una reducción de los tipos de algunos impuestos, especialmente el IRPF. Está anunciada la revisión para el 8próximo año y tenemos que esperar por tanto a ver hasta dónde llegan los señores del PP que prometieron bajar hasta el 40% el tipo marginal máximo, es casi seguro que lo harán gradualmente y creo que, con estas medidas, España se puede situar en una posición muy razonable en relación con sus grandes competidores fiscales como Irlanda, Holanda y, en algunos aspectos, la misma Inglaterra, y ésa es una buena senda porque el actual tipo del 56%, junto al impuesto sobre el patrimonio, llega de hecho a más del 70%, es una confiscación que provoca el sano deporte nacional de defraudar y hay que acabar con esa mentalidad como sea entrando en una cultura antidefraudación con una fiscalidad más razonable.

EC. ¿Al margen de las reformas laboral y del sector público, hace falta alguna más?.

R.T. Hay otros aspectos destacados como la liberalización de mercados, eliminación de los residuos de monopolios, movilidad en los recursos humanos y creación de capital humano, entre otros.

EC. ¿Cree posible alcanzar la fórmula planteada por Barea de alcanzar los objetivos de inflación y déficit sin aumentar impuestos?.

R.T. Creo que sí, pero el verdadero problema es el déficit estructural que este Gobierno todavía no ha atacado y que consiste en la plétora de funcionarios, las empresas estatales que no se pueden vender en OPAs brillantes como Telefónica, Endesa, Argentaria, etcétera, y que hay que resolver ese problema porque sigue significando números rojos en cantidades importantes aunque luego se recurra a mecanismos como el de la SEPI para con los beneficios de las industrias boyantes mejorar los déficits de las menos boyantes, pero eso tiene unas posibilidades limitadas porque cuando las boyantes se hayan vendido todas, la SEPI dejará de ser la vaca lechera. Además, como ya he contado antes, se puede dar la paradoja que bajando los tipos se  luche mejor contra el fraude y  que haya más recaudación fiscal.

EC. ¿Cómo repercutirá la llegada del euro en las pymes españolas?.

R.T.  Me da la impresión que no sólo no se verán perjudicadas sino que, al contrario, muchas van a tener la posibilidad de entrar en el comercio exterior que, hasta ahora, resultaba muy difícil por temas como la peseta débil o tener una moneda con mucho riesgo. Cuando eso desaparece porque tenemos una moneda estable de 15 países con los que realizamos el 70% de nuestro intercambio, las pymes pueden aparecer mucho más en el comercio exterior. A eso debemos unir una mayor información con sistemas como Internet y los europrecios con la transparencia que va a suponer que las empresas, cada vez más, van a tender a tener precios únicos para el resto de la Unión porque hoy todavía hay mucha discriminación de precios en función de los mercados todavía relativamente compartimentados.

EC. ¿Le parece adecuado el ritmo de integración en el euro?.

R.T. Se está haciendo muy bien y  los preparativos de política económica, técnicos y políticos, están muy bien pensados y la muestra es que ya EE.UU. acepta el euro plenamente, Japón lo acepta y lo ensalza, y China lo acepta aunque por presiones norteamericanas haya tenido que decir que todavía no va a entrar en compras masivas de euros para su Reserva; pero digamos que los tres grandes colosos mundiales, aparte de la Unión Europea, ya aceptan el euro y ésa es la mejor demostración de que la cosa va bien.

EC. En algunas ocasiones ha comentado el consenso sobre la retirada de las “adherencias más aberrantes al Estado de Bienestar” y la necesidad de dimensionar adecuadamente la llamada economía oculta, ¿cuál cree que será el futuro del Estado de bienestar en la Unión Europea?.

R.T. En mi libro España alternativa hablaba del Estado de Bientrabajar, es decir, a mí me parece que para que haya un verdadero bienestar, tenemos que acabar con el dualismo de gente que tiene empleo y los que están parados. Hoy por hoy, el actual concepto de bienestar no favorece la entrada de los parados en el mercado laboral. En nuestro país se piensa que estamos mejor cuando más medicamentos consumimos o cuando menos se trabaja y frente a eso lo que hay que predicar es un mejor conocimiento del cuerpo humano y de su cuidado con medicina preventiva en lugar de atiborrarse de medicamentos. En cuanto al tema del trabajo, todavía se le considera una maldición bíblica y es todo lo contrario, es la realización del ser humano, hay que cambiar la filosofía, o como se dice ahora; hay que cambiar el chip a mucha gente.

EC. ¿Hasta qué punto considera que la posición competitiva de la economía española se puede ver dañada en los próximos años por la diferencia en la tasa de desempleo respecto a la media comunitaria?.

R.T. Quiera o no quiera, España tendrá que hacer las reformas porque si no las acometemos, al perder la capacidad de las devaluaciones competitivas y la autonomía financiera y llegar a tener un déficit del 8% del PIB como tuvimos en 1992 o en 1993, tendremos el paro asegurado, paro masivo, más que ahora. Ante eso habrá que hacer una política de reformas como la que ya he comentado con contención de salarios, aumento de productividad con la creación de capital humano y métodos de reingenierización de las empresas, etcétera. Los países no se suicidan y España ha salido bien de sus procesos anteriores de incorporación a la economía internacional como en el plan de estabilización de 1959, el acuerdo preferencial de 1970 con la CEE, los pactos de la Moncloa y la adhesión de1986 a la CEE. Por tanto, tenemos una buena experiencia y como dice Luis Gamir, “a España le va bien la apertura”.

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